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Todo es de Color

Hoy parece que todo es de color, pero del color que cada uno diga. Cuesta mucho ponerse en los zapatos del otro; tanto que hasta parece imposible mirar alrededor para comprobar si quiera si hay un otro que lleve zapatos. Seguros de estar haciendo el bien, el propio, supone un esfuerzo imposible pararse a pensar en las circunstancias de los demás.

Si alguien se opone a nuestra voluntad o se interpone en nuestro camino florecen improperios y ceños fruncidos. Vamos tan a lo nuestro que solo nos preocupa lo que me concierne a mí, e incluso nos ofende que quien tenga al lado no se haya dado cuenta de que el mundo gira porque yo estoy vivo. Se cumple ese Ande yo caliente, ríase la gente. O lo que hoy entiende gran parte del populus: «en yéndome a mí bien, que le vayan dando a los demás».

Hoy la sociedad ayuda poco a combatir esta forma tan individualista de entender la vida. La familia está muy bien para celebrar un evento y que a uno le hagan regalos. Sin embargo, cuando se trata de abrir la casa y cuidar de quien un día te cuidó, ya entonces no porque tengo mucho lío, hay cansancio o ya con mis hijo o mascotas tengo suficiente responsabilidad. Los amigos están genial para salir de fiesta, cenar o matar el tiempo terraceando. Pero cuando se trata de corrección, conversación o simplemente silencio y comprensión; entonces desaparecen, no interesan los amigos como tú.

Cuando las relaciones necesitan cuidado, entendimiento y que no se juzgue se requiere de un esfuerzo enorme. Bien porque no se entiende que alguien necesite ayuda o apoyo, bien porque entender esa necesidad supone un sacrificio que no se está dispuesto a hacer. Y entonces miramos para otro lado, y en ese volver la vista sin quererlo ni pretenderlo avivamos el fuego del conflicto interno que padece el otro.

La guerra, todas las guerras, comienzan en nuestra forma de aceptar y entender las circunstancias propias y la de quienes nos rodean. El efecto de mariposa del que tanto se habla es este: si sonríes y aceptas a quien tienes al lado, si le cedes el paso, si te agachas tú a recoger lo que se le ha caído, si le retiras su plato de la mesa, si le llamas para preguntar cómo está o si le va bien en su nueva casa… Si te esfuerzas por cuidar, entender y no juzgar, entonces todo será de color. Para todos.

Te dejó con Todo es de Color, de Lole y Manuel, que a mí me suena a oración de paz.